Era domingo a la hora de la siesta y ella dormía. De repente comenzó a llover, era una tremenda lluvia. A las dos horas seguía lloviendo, el agua subía y subía, llegó hasta el segundo piso donde ella estaba acostada, el agua, convertida ahora en mar bravía, la arrastraba con colchón, colcha y osito de peluche incluidos. A las siete de la noche ya había llegado a San Andrés Isla, pero ella seguía dormida. A las seis de la mañana los delfines del golfo de México, juguetones, le mordían los dedos y le hacían cosquillas en los pies, ella despertó con mucha risa.
Vio el agua a su alrededor y se preguntó: ¿Camilo dejó la llave abierta otra vez? Y llamó fuerte: ¡Camilo, Camilo!
Pero mirando con más cuidado se dio cuenta de que estaba navegando, vio cerca la cuna de un bebé, cuatro gatos en un cajón de madera y también varias personas adheridas con terror a maderos. ¿Dónde estoy? Pasó nadando un tipo con la cabeza llena de nidos que le dijo: Don't worry, baby. Be happy!
Ella no lo podía creer, vio una ballena jorobada y cuando trataba de abordar a una familia que navegaba en una enorme tina de porcelana, se sintió mareada.
Así despertó y al tomar una ducha descubrió adheridas a su piel conchas y algas azules.
Me gusta. Adelante
ResponderBorrarGracias por la lectura,
BorrarPenélope
Ana María:
ResponderBorrarPues sí, los cuentos coinciden en la inundación y la cuna, pero la trama es totalmente diferente. El tuyo es una experiencia onírica. Yo me propuse escribir un texto para ser visto, real, que se desbocara en el final, que empujara directamente al lector al desenlace. Ahora que lo leo, creo que tu texto reclama la estructura de poema. Fácil, pues es tu fuerte, no?.
Chao. Chucho.
Jesús
BorrarGracias por el comentario.
Ni yo entendí qué me quieres decir, ni tú tampoco entendiste lo que yo quería decir.
Así es la vida.
Ana María