domingo, noviembre 18, 2007

¿Quién eres? ¿Por qué escribes?

Por: Penélope

A las preguntas fundamentales que me hacen ¿Quién eres? y ¿Por qué escribes? doy estas respuestas:
¿Quién soy?
Una tejedora de sueños. No sé quien soy. Solo sé que cada instante es nuevo para mí.
¿Por qué escribo?
Porque me ayuda a entender el mundo. Manipulando las palabras me siento viva. Escribir es a la vez oficio diario y pasión. Voy tejiendo letras, uniendo palabras, componiendo textos.
Nací en una familia en la que el arte es una función normal, labor de cada día. Amantes de la lectura y de las cosas bellas en todas sus expresiones.
La poesía me alimenta.
Soy muy sensible a las manifestaciones de la naturaleza; creo que la mar, la luna, las estrellas, las montañas, el cielo, los animales –en especial los gatos– y también las personas están aquí para mostrarnos que la vida es bella y es muy valioso intentar esta faena que se compone de pequeños trozos de eternidad.
No siempre se ve la vida color de rosa. Pero sigo adelante, atrapando en el aire recuerdos y regueros de olvidos.
Penélope

lunes, noviembre 12, 2007

EN LA NOCHE TORMENTOSA



Por un sendero lleno de pedruscos con agudas aristas que herían sus pies, una mujer huía aquella noche. La oscuridad y la lluvia la acompañaban. Ropas mojadas dibujaban su cuerpo. Respiraba con dificultad. Su corazón latía fuerte. Miró hacia atrás. Sus perseguidores tal vez habían abandonado la idea de seguirla, se detuvo un instante. Escuchó ruidos cercanos algo así como gruñidos de osos, latidos de perros y acezar de alguien que respira con dificultad. Era peor, la fiera se acercaba. Deseó despertar, como si fuera una pesadilla. A lo lejos vio una luz casi borrada entre la niebla. Decidió girar a la izquierda, no se acercaría a aquel lugar, podría ser la guarida de otros que quisieran atacarla también.
Siguió adelante y pensó que pronto amanecería. Debía buscar un refugio, para descansar y esconderse. Entre los matorrales cercanos encontró una casa abandonada. Era difícil estar allí, si la buscaban la encontraban, pero de otro lado, ellos podían pensar que no entraría en un lugar tan obvio, así que lo intentó. Se quedó allí tirada en el suelo en un rincón, solo para tomar fuerzas.
Sintió pasos, quien la perseguía se detuvo un momento ante la casa, traspuso la puerta y retrocedió, se retiraba despacio, como si meditara sobre un error. Ella contuvo la respiración, no movió ni sus ojos, tal vez era una trampa y si se movía o salía, allí estaría para consumar su acto asqueroso. Luego escuchó sus pasos arrastrados entre los matorrales, con asesar de fiera herida poco a poco se alejaba. Estaba a salvo por unas horas. Sintió una alegría que casi le dolía en el pecho. Esperó la luz del alba con los ojos abiertos, y bajo esa luz empezó a moverse despacio, sin hacer ruido. Había una especie de cama con un jubón maloliente encima, debajo del jubón encontró, dentro de varias bolsas, una libra de arroz crudo y un poco de sal. Era la señal: sus compañeros la estaban buscando. Había también ropas de hombre que olían a limpio. Se quitó la ropa empapada y se cambió. Tomó una de las bolsas y puso un puñado de granos y la mitad de la sal. La guardó dentro del bolsillo. Miró las paredes de la casa. Un cuadro llamó su atención, parecía acabado de pintar, se acercó: Una casita era aplastada por una máquina de demoliciones. Sintió un ruido ensordecedor.
El despertador sonaba a su amaño. Rió a carcajadas. Era todo lo que necesitaba aquella mañana. Tocó en su bolsillo los granos de arroz.


Escrito por Ana María - Penélope

En Cali, febrero 10 de 2005