domingo, mayo 31, 2009

El poder de las palabras

Mientras me duchaba esta mañana pensaba en que tenemos una relación bastante profunda con las palabras, es una relación supersticiosa, como dice William Ospina. Las palabras crean, destruyen, convocan, suceden. Las palabras dichas o escritas tienen poder. Un poder tan grande como el de una carta de amor.
Una tarde, en Cali, nos reunimos a escribir, cada quien escribiría un texto a su propio amaño,  con tema libre. Al final lo leeríamos. Había mucho sol esa tarde, pero en cada texto llovía, de diferentes maneras, en el primero solo unas gotitas, en el segundo una lluvia tibia, en el tercero iba aumentando la lluvia, en el mío caía un aguacero tan terrible que dejó sin luz un museo. Antes de terminar de leerlos hubo tanta lluvia que debimos parar las lecturas porque el agua entró en la biblioteca, rompió una teja y tuvimos que correr las mesas y los asientos. Esto sucedió en la Biblioteca La María y así nos dimos cuenta -una vez más- del poder de las palabras.
Escribiré las palabras protegiendo tu nombre y mi nombre con un círculo de azúcar, yerbas aromáticas y flores para que no nos toquen: olvido, despedida, partida, pesadilla, accidente, ruptura, pelea, desprecio, insulto, engaño, mentira, falsedad, burla, avaricia, egoísmo, descalificación, codicia. Las palabras que pueden tocarnos son: sentido, confianza, pensamiento, corazón, tristeza, angustia, desesperación, extrañeza, nostalgia, sueño, hambre, duda, generosidad, largueza, ternura, y no sobran los besos y los abrazos ni la tibieza.
¿Qué palabras quieres que nos toquen?
¿De qué palabras quieres protegernos?



el poder de las palabras


Publicado en El cuaderno de Renata. Editorial Feriva, Cali Colombia, diciembre de 2009
página 168

viernes, mayo 22, 2009

ejercicio del vivir



evocar
rememorar
soñar
recrear
escribir
borrar
reescribir
unir cuentas al collar
tejer espirales en la arena
unir retazos
construir una tela
afán de no pasar
desenredar
enmarañado hilo de la memoria
ejercicio del vivir



miércoles, mayo 13, 2009

ejercicio primordiales



(P)

pesadillas
parto prematuro
pasión partida

penas palmas

paso pausado
palabra penitente
persiana

puerta
pena
pasión partida
penitente
palabra
(im) palpable.



martes, mayo 12, 2009

ejercicios primordiales



(V)


Viuda visionaria
vislumbro vocablo (in)visible
vida vedada
verbo
in(verso).



jueves, mayo 07, 2009

La Donna


"Cuando se dio cuenta de que la naturaleza de un hombre cualquiera saciaría su deseo, sintió compasión. Extraña compasión, que se dirigía a quien fuera que fuese el escogido. Ya que competía al hombre sucumbir ante las propuestas, sin derecho a rechazarlas"… Sabía de memoria ese texto de Nélida Piñón, lo repetía como un sortilegio antes de salir de cacería.

Cuando asechas al amor caminas con pasos inseguros por un sendero desconocido. El asombro es tu guía, ¿Cuántas veces quisiste acercarte a él antes de ese deslumbramiento? Sentir el suave calor del contacto de su mano en tu mano. La maravilla de la anunciación:

- Eres el elegido. Ahora disfruta.

¿Cuánto tiempo dura esa sensación? Solo un instante. ¡Al evocarlo en tu mente se despliegan tantos momentos imaginados, vividos, reales, irreales, soñados!

El suave toque de su dedo rozando apenas tu vello. La sensación de sonrojo, el deseo disimulado. El adormecimiento de tus labios, el dulce flujo que empiezas a verter. La fiebre que se desprende de tus entrañas. Cuando se acercó por primera vez y te miró a la cara, creíste que su aliento se confundía con el tuyo en muchos abrazos apretados. El brillo de sus ojos al chocar con el de tus ojos era la sensación de un orgasmo fugaz. Era como si te entregaras a esa pasión que se reconocía en la distancia. La primera mirada. Es allí donde tienes la certeza: si los dos se meten en la cama habrá llamas y gemidos:

- Será un placer seguirte, será un placer sentirte cerca. Y él decía tu nombre con tono apasionado:
- Laura, Laura, Laura...

Como experta cazadora -antes de las primeras caricias- sé cuál es el hombre indicado. Tengo una indecible vocación de deseante. De estar disponible para el azar del encuentro. Para gozar del placer de la lujuria. Elijo un hombre, le sonrío, le hablo, lo miro y lo toco. No tiene opción, estará a mi merced como pieza propicia para el sacrificio. Allí me detendré, beberé de esas aguas, me dejaré empapar y luego volaré.

Recuerdo cuando conocí a Paulus, era jueves. El hombre estaba allí, frente a mí. No sabía de mis intenciones, no sospechaba siquiera, pero yo tenía dispuestas mis armas de seducción. Esa mañana al levantarme me dije: Hoy saldré de cacería. Tomé un baño con hierbas aromáticas y miel para endulzar el camino.

Revisé el periódico y el Internet en busca de sujetos: festival de cine, congreso de ginecólogos, reunión de periodistas y también una semana de conciertos. Escogí la reunión. Los ginecólogos están descartados - ya nada los seduce-. Al cine casi siempre se va en pareja. El concierto era en la noche. Revisé bien los nombres, que no estuviera entre ellos una antigua víctima.

El segundo conferencista era alto, bien formado, edad adecuada, buena resistencia en la cama, pensé. En la ronda de preguntas me miró, ¿era el brillo esperado? Mi corazón de cazadora estaba a la expectativa. En la pausa del café se enredó en amena charla con nuestro mejor periodista gay. Descartado.

Me enfilé hacia el concierto. Había un chelista, Paulus, tocaba al día siguiente. Era atractivo en las fotografías. No sabía nada de él. Al llegar al teatro encontré a mi ex novio Ramiro. Un tipo espanta suerte. Siempre que me topo con él se queda a mi lado para cuidarme el ala. Me lleva a mi casa y me deja a la puerta sin un solo beso. Es un egoísta, se asegura de que pase la noche sola. Se acercó con una sonrisa de su boca que yo adoré, pero que en ese momento no brillaba para mí.
- Hola, Laura, sabía que vendrías.

Engreído, como si el concertino fuera él. Salí corriendo y entré al teatro.
Busqué un lugar adecuado, dejé mi agenda y me dirigí al baño. Repasé el maquillaje, guardé los calzones en mi bolso y me hice un masaje con hierbas aromáticas y aceite en muslos y nalgas. Salí muy segura: vestía una falda ancha, blusa de seda, medias de malla, tacones altos y un liguero de encaje.

Vi a Ramiro, ¡lejos! Delante de mi lugar se había sentado un hombre. Le dije con voz exasperada:
- Señor, hay ciento treinta y ocho sillas libres ¿Por qué se hace justo delante de mí? Me tapa el piano.

Él volteó, sorprendido, y me dijo:
- No la había visto, disculpe, ¿Puedo sentarme a su lado?

Era Paulus. Lo miré con una ensayada sonrisa y empecé a repetir en mi cabeza: "Cuando se dio cuenta de que la naturaleza de un hombre cualquiera saciaría su deseo, sintió compasión."

Autora: Ana María Gómez Vélez

Publicado en el libro Antología de cuentos. Talleres literarios 2010. Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa. marzo 2011, Medellín, Colombia.